El tema de La Colonia Irlandesa de Napostá, el Centro Agrícola gestionado por La Vitícola Argentina SA. a donde fueran a par casi ochocientos irlandeses del SS Dresden, ha ido tomando cuerpo y es considerado en Bahía Blanca un tema de interés general. Así lo han ratificado las resoluciones del H. C. Deliberante, el Intendente Municipal, ambas Cámaras de la Honorable Legislatura y el Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires. La prensa oral y escrita se ha hecho eco desde que iniciáramos la investigación, en junio de 2002. El domingo 23 de enero se publicó la siguiente nota en el diario local. El periodista Adrián Luciani se basó en el paper presentado por la Profesora Ana María Castello de Murphy y por mi en 2008 y que la UNS publicara. Adrián también me pidió autorización para incluir un escrito mío, las conclusiones de un paper presentado ante la National University of Ireland, de Galway en 2007. Pienso que es prudente hacer conocer el artículo en este blog, habida cuenta que lo incluye el diario en su edición digital. Santiago
25 de enero de 2011.-
8 La Nueva Provincia, Bahía Blanca, domingo 23 de enero de 2011
La Ciudad, Política y Gobierno
CAPITULO NEGRO DEL PASADO LOCAL
Un viaje a la estación
de los ángeles caídos
Adrián Luciani
En La Vitícola yacen los restos de un centenar de niños irlandeses muertos hace más de 120 años, durante un frustrado intento de colonización. Hasta allí llegará el próximo fin de semana el Tren Turístico Cultural, buscando rescatar del olvido una historia que algunos quisieron ocultar.
Muy pocos de los pasajeros que el próximo fin de semana se subirán al Tren Turístico Cultural saben que el pintoresco recorrido organizado por el municipio será un viaje hacia uno de los capítulos más dramáticos y vergonzosos de la historia local.
El destino elegido: estación La Vitícola, a unos 25 kilómetros de nuestra ciudad, donde hace 120 años intentara establecerse la mayor colonia de irlandeses en la Argentina.
La historia se inicia a fines del siglo XIX, cuando el crecimiento del país necesitaba mano de obra y el gobierno buscaba atraer inmigrantes del norte de Europa en lugar de las crecientes remesas enviadas por el sur del Viejo Continente.
Al mismo tiempo, la Ley de Centros Agrícolas propiciaba la fundación de colonias en terrenos cercanos a las estaciones de ferrocarril que carecieran de poblado, todo esto en el marco de no pocos negociados y en un clima de franca especulación.
Según Santiago Boland y Ana María Castello, quienes estudiaron a fondo el emprendimiento de La Vitícola, la colectividad irlandesa en la Argentina y la Iglesia Católica en Irlanda, que desconfiaban del modus operandi del gobierno argentino para atraer a inmigrantes de esa región del planeta, demoraron durante dos años lo que luego sería el mayor contingente de irlandeses en llegar al país.
“Debo concluir conjurando solemnemente a mis compatriotas pobres, si es que valoran su felicidad en el futuro, a que jamás pongan un pie en la República Argentina, aunque sean tentados, como puede ocurrir, por ofertas de pasajes gratuitos o les aseguren confortables hogares”, decía el T.W. Croke, obispo de Cashel.
Sin embargo, en 1888, 1.700 irlandeses se embarcaron en el vapor alemán “SS Dresden” contratados en principio por Lucas González para la empresa Murrieta y Cía, para levantar colonias en el Chaco santafesino.
La operación se cayó en pleno proceso de selección y traslado de los inmigrantes, quienes luego fueron tentados para venir a esta zona, donde una compañía de capitales ingleses: Argentina Vine Culture Company, Vitícola Argentina S.A., pretendía levantar tres centros agrícolas cercanos a la estación ferroviaria Napostá (ubicada a 40 kilómetros al norte de Bahía Blanca).
La propuesta fue lanzada por el norteamericano David Gartland, directivo de la flamante empresa, quien prometió darles a los viajeros 40 hectáreas de tierra apta por familia, a pagar en 15 años, levantar allí un almacén con un crédito de mil pesos en mercaderías a un interés del 9 por ciento anual para cada familia, animales de labor, herramientas y semillas.
“Aproximadamente ochocientos aceptaron el desafío. Y viajaron a la colonia, que no estaba en Napostá sino a tres leguas (15 kilómetros) de la estación de ferrocarril y los colonos tuvieron que pagar por el traslado en carros. No había casas sino tiendas de campaña y no para todos; el resto vivió debajo de los árboles o en zanjas, ninguna de las cuales se adecuaba a la llanura ventosa, cálida y polvorienta en verano, fría y húmeda en invierno”, dice Boland.
También hay quienes sostienen que los equipajes del contingente se perdieron y que en realidad eran unos 700 irlandeses los que llegaron el 26 de febrero de 1889, a los cuales luego se les sumaron 120 ingleses. Las mujeres y los niños enfermos viajaron en dos coches dormitorio.
Según el padre Matthew Gaughren, sacerdote católico, un mes y medio después del arribo la mayoría de la gente aún estaba viviendo bajo carpas en la pendiente de una colina.
“En la parte más alta hay un pequeño cobertizo de chapa galvanizada, que alcanza para guarecer el altar y que hace de capilla. La gente asiste a misa afuera, bajo el dosel del cielo. He tenido una numerosa cantidad de tumbas que bendecir porque hubo una gran mortandad de infantes, principalmente de diarrea, el resultado del cambio de clima y de comida”, dijo en una carta enviada a un superior.
En el mismo sentido se pronunció Mr. Edmund Goodhall, vicecónsul británico en Bahía Blanca.
“Lamento tener que decir que muchos niños pequeños han muerto. Pienso que probablemente a causa del cambio de agua, que es bastante salubre e induce diarrea. La carencia de medicinas desde el comienzo fue una omisión de la que son culpables los gerentes de la colonia”.
Otro testimonio es el del padre John Gaynor, quien relató la vida miserable llevada por los inmigrantes durante dos años:
“Eran casi un millar, algunos artesanos, sin previa experiencia en agricultura; el país era extraño, la lengua, la comida y las costumbres también. Las estaciones fueron malas, y la tasa de mortalidad terrorífica: más de 100 muertos en dos años. La Napostá Colony, como tantas en la época, no fue un éxito. Los recursos de Mr. Gartland eran limitados y, por lo tanto, a principios de 1891 la colonia quebró. En marzo de ese, 520 colonos recurrieron su fatigoso camino de regreso a Buenos Aires, espiritualmente quebrados y totalmente faltos de recursos”.
Para Boland y Castello, el establecimiento de la colonia irlandesa bajo la ley de Centros Agrícolas fue la excusa de la Sociedad La Vitícola para tomar dinero barato del Banco Hipotecario en cédulas, banco que por su desorden previo era incapaz de fiscalizar la devolución de sus generosos préstamos.
“Desde sus inicios no pensó en cumplir con el contrato dada la deficiente provisión de infraestructura, recursos, títulos y escrituras. La crisis de 1890 hizo aún más difícil su escaso compromiso. A la vez, la Oficina de Agricultura no cumplió con sus inspecciones y controles regulares, visitándolo y haciendo en noviembre de 1889 un informe falso de su floreciente desarrollo e inspeccionando este junto a otros recién en 1891”.
Por eso, las desvencijadas paredes de la modesta estación no son mudos testigos de un drama tan anónimo como lacerante. Ellas hablan por sí mismas de una historia que muchos quisieron ocultar, pese a la magnitud del crimen cometido.
Allí, a la vera de la ruta 33, a pocos minutos de la ciudad, los restos de 100 niños irlandeses yacen en un desconocido cementerio. Quizás no falte mucho para que alguien encuentre sus sepulturas y los rescate, con un humilde monumento, de la peor de las muertes, la del olvido.
La construcción que llegó tarde
La estación ferroviaria fue mandada a construir en 1890 entre las de Bahía Blanca Sud y Napostá (estaciones originarias de la línea), por Mr. Edgard Casey, para servir a la colonia que se moría diezmada por las enfermedades y la falta de recursos en medio del feroz clima local. Posee características que la individualizan, por ejemplo, el habitual ladrillo a la vista fue reemplazado por paredes revocadas, mientras que las cubiertas, que en la estación Napostá es de tejas francesas, acá son de chapa galvanizada, quizás por una cuestión de costos. Otro elemento singular es el enorme tanque de agua para abastecimiento de agua, que en este caso es de metal y no de mampostería, construido con perfiles de acero y chapa. |
Por Santiago Delfín Boland
Especial para La Nueva Provincia
Si bien la historia sigue en penumbras, se hace la luz sobre algunos aspectos. Tres son las áreas temáticas que más luz han recibido. La primera es el mismo “Caso Dresden” que no se agota en el engaño criminal del grupo de inmigrantes para cobrar las primas per capita de £ 8 que se pagaba a los agentes de inmigración. Después de desembarcados siguieron siendo negocio: compraron la hipoteca de La Vitícola S.A. con el Banco Hipotecario Provincial
La segunda es que el grupo, aunque inadecuado para las necesidades inmigratorias del país en ese momento, no constituía indudablemente “la escoria de las calles de Irlanda”, aún cuando pudieran incluir hasta delincuentes en su seno. La comisión de los delitos que son evidentes estuvo a cargo, por el contrario, de quienes los trajeron, explotaron, los dejaron morir y además los difamaron. A las autoridades públicas y a las de la Colonia les cabe la responsabilidad por las muertes, debidas a la imprevisión y a las condiciones sanitarias que se evidencian haber sido pésimas, aún para la época.
Por último, La Vitícola S.A, empresa más o menos fantasma de la que no se tiene más que escasos datos, surge con una oportuna propuesta que a estar por los resultados no parece ser casual; obtiene la mano de obra desesperada que necesitaba para hacer frente a su compromiso hipotecario, que alegremente transfiere a los colonos y no cumple sus obligaciones contractuales con resultados catastróficos: más de cien muertos, niños pequeños en su mayoría, el fracaso de la colonia, la ruina de los colonos y su difamación.
Los indicios hacen presumir que La Vitícola Argentina utilizó a los inmigrantes para obtener un crédito con las facilidades de la ley de fomento agrícola, transferirles la hipoteca a los colonos y cuando las papas quemaron, también la responsabilidad, engañando, presionando a las autoridades, currando, diríamos hoy...
Es cierto que no se puede dar un juicio definitivo, ningún juicio histórico es definitivo. Falta investigar muchas pistas, consultar muchos documentos, revisar muchos archivos, entrevistar muchos descendientes, rescatar tradiciones orales....pero sobre todo se impone reivindicar a los Colonos, su empeño, su sacrificio... y, de una vez por todas, honrar sus muertos.
“Congeladas en el tiempo esas muertes ya son nuestras,
no podemos eludirlas...
el hambre que ellos pasaron, las fiebres no son recuerdos...:
nos golpean en el pecho...
...y sangran el corazón...
...y reclaman en silencio.
¡ Que ese silencio no acalle el reclamo de los muertos
de no volver a morir ni en la historia, ni el tiempo...!”
Atractiva propuesta. El Tren Turístico Cultural saldrá el sábado 30, a las 17.30, desde los muelles de Ingeniero White y llegará a las 17.55 a la Estación Sud, desde donde partirá a las 18.05. Diez minutos más tarde estará en el Parque de Mayo y a las 18.25 partirá rumbo a La Vitícola, donde llegará 19.15. A las 20.40 emprenderá el regreso, arribando a Ingeniero White a las 22.30. Los pasajes estarán próximamente en venta en la confitería de la Estación Sud y Museo del Puerto
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